martes, 9 de febrero de 2010

Abrir la cámara del tesoro. John Crook

John Crook, uno de los sucesores del maestro chan (zen chino) Sheng-yen (1930-2009), nos habla en esta hermosa y clarificadora enseñanza oral de 1991 sobre algunos aspectos de la meditación a partir de un pasaje del Fukanzazengi del maestro Dôgen (1200-1253).


(Nota: En el fragmento del Fukanzazengi citado John Crook, el lector curioso podrá ver que la traducción no recoge las mismas palabras que aparecen en el texto del Fukanzazengi ,que puede encontrarse en este mismo blog, el cual corresponde a la versión en japonés moderno y en inglés del Shôbôgenzô realizada por el maestro Nishijima, mucho más fidedigna al original de Dôgen, y que Luis Díaz, su discípulo y sucesor en el Dharma, ha comenzado a verter al castellano. Esta última está contenida en el primer tomo (el único aparecido hasta el momento de los cuatro que lo comprenderán, aquí para ver la referencia) de la primera traducción integral al español del Shôbôgenzô, la obra mayor de Dôgen. En esta entrada hemos respetado la versión que dá John Crook en su texto)


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Abrir la cámara del tesoro
John Crook


"Si seguís esta práctica durante un instante la cámara del tesoro se abrirá naturalmente y os podréis aprovechar completamente"
Estas son las palabra de conclusión de un libro Sôtô Zen. Recordarlo : "La cámara del tesoro se abrirá naturalmente".

La meditación no nos obliga a un esfuerzo desesperado para llegar a ningún sitio. La práctica de la meditación debería ser una cosa natural, como respirar o marchar. Si es demasiado forzada, si hay tensión, la meditación se convierte en egoísta. Se convierte en una forma de deseo, en una forma de necesidad. Esta es la razón por la cual la práctica de la meditación tiene por principio una relajación profunda. La utilización de la respiración o la repetición de un mantra permiten a la mente calmarse. Estos procedimientos no son la meditación en si misma, pero son sus preliminares. Permiten llevar la mente a un espacio más calmado, donde la meditación pueda nacer por si misma. Cuando nos sentamos cara al muro la primera cosa que hay que hacer es verificar donde se encuentra la mente. A veces está muy calmada y podéis simplemente escuchar el canto de un pájaro, pero comúnmente la mente está llena de una energía vagabunda, yendo por cualquier sitio.

Un practicante me lo describía así: "Los perros de caza han salido. Buscan sin descanso, cazan sin descanso". No es siempre fácil saber aquello que cazan. Los deseos del ego en su necesidad de confort, su necesidad de seguridad, su necesidad de ser aprobado por si mismo y por los otros, todas esas necesidades hacen nacer la caza. Queremos seguridades, el sostén que aportan los otros diciéndonos que todo va bien. Hay esa necesidad insaciable de un poco de amor. La agitación permanente del ego, divagando libremente, es como un motor de automóvil que girara en el vacío, con su sordo ronroneo de ruido de fondo. Es la agitación del ego mendigando, el sufrimiento fundamental.

Cuando os sentáis la primera cosa que hay que hacer es descubrir donde se encuentra vuestra mente. Basta reconocer esto. Basta señalar la irritación que crea la aproximación de un avión, esa intrusión no deseada de un piloto en el cielo. Basta reconocer la manera en la cual la mente es perturbada, expulsada de su centro. De este reconocimiento nace a menudo una realización. Saber simplemente  donde se encuentra la mente es suficiente a menudo. "Sí", podríais decir, "sí, he aquí donde se encuentra, he aquí lo que me ocupa en este momento". Así pues la primera cosa que hay que hacer es verificar donde se encuentra la mente.

La segunda cosa que hay que hacer es abrir vuestra mente al universo. El universo está justo delante de vosotros. Abriros simplemente a los sonidos de la habitación donde estáis sentados, a la pared blanca, a vuestro propio cuerpo, a los amigos con los que meditáis. Todo esto es el universo. ¿Qué otra cosa podría ser?
Todo eso está presente precisamente en este momento, como una única experiencia. ¿Podéis entrar en relación con ella? ¿Podéis abrir vuestro corazón de tal manera que esta experiencia de vosotros mismos, como solo ser aquí, llegue tranquilamente a aposentarse en vosotros? Nada extraordinario.

Dôgen, el gran maestro japones que llevó el Sôto de China a Japón, habla de tres actividades en zazen ; pensar, no pensar, ni pensar ni no pensar. Cuando la mente entra en zazen repite el pasado o puede que también las esperanzas para el futuro. Cuando os decís: "¡Oh!, yo debería estar meditando, no debería de estar pensando, no debería estar ocupado en crearme preocupaciones o en atormentarme", esta actitud es el rechazo del pensamiento, el esfuerzo por no pensar, que crea su propio problema. La práctica de solo sentarse necesita que se deje surgir aquello que está dispuesto a ser.

Cuando nos sentamos para meditar es como abrir una botella de cerveza, toda la espuma surge y hay que observar lo que dicen las burbujas. "Sí, es eso", "Sí, es esto. Sí, es así". A continuación no os estanquéis y no trabajéis con eso, ¡dejarlo que vuelva a caer! Dejarlo pasar y volved al silencio, hasta que cualquier otra cosa vuelva a surgir espontáneamente. Sin buscarlo, sin intentar trabajar con ello. De tal forma que si alguna cosa aparece estéis tan solo sentados. Esta práctica se llama "Sin pensar y sin no pensar". Se trata simplemente de ser, naturalmente. Es la forma como funciona una mente que no está agitada. Las cosas nacen y las cosas se desvanecen.

Para practicar zazen tres actitudes, más bien pasadas de moda, son necesarias; la fe, la voluntad y permitirse el abandonar toda necesidad particular de éxito. La fe viene de que se conocen personas que han descubierto que la meditación posee un valor real. La fe viene de que se conocen un poco las escrituras y de que se confía en los manuales de meditación. La fe viene de vuestro saber. Cuando se está sentado cara a un muro la mente puede estar confusa y completamente agitada. Cuando se presentan momentos así recordad que ha habido y que habrá todavía momentos en los cuales la gran paz se manifieste.

Esta fe nos permite tener la voluntad de meditar. La voluntad de meditar es necesaria para contrarrestar esa genero de indulgencia que consiste en decir "hay un programa excelente en la televisión, voy a verlo" o también "voy a ir a pasearme por el bosque para admirar las flores, siempre podré meditar en otro rato". La voluntad es simplemente afrontar en un cierto grado nuestra condescendencia respecto a nosotros mismos, que nos empuja a buscar el confort. La fe y la voluntad permiten trabajar sin el estímulo de grandes esperanzas.

Es importante saber que la meditación produce verdaderamente la cámara del tesoro, que esta se abre naturalmente. Tenéis necesidad de una recompensa. Tenéis necesidad del beneficio del conocimiento directo. Esto es por lo que, al comienzo, se debe ser muy simple y "trabajar" duro. Os falta hacer la experiencia de la Gran Paz, pues una vez que habéis alcanzado, incluso momentáneamente, la Gran Paz, vuestra fe está entonces confortada y la utilidad de aplicar la voluntad se vuelve clara.

Puedo deciros que cuando comencé a practicar la meditación en el Centro Samye Lin en Escocia hacía cinco o seis sesiones de una hora cada día. Estas sesiones eran muy penosas, de grandes luchas, con mucha incomodidad física. Pero todo eso, con el tiempo, ha desaparecido. Ciertas sesiones eran mejores que otras. Alrededor del quinto día salí a pasearme. El viento, simplemente, soplaba a través de mi cabeza. El paisaje se volvió luminoso como si fuera de jade verde. Pero esto no son mas que palabras. Cada uno de nosotros debe de hacer la experiencia por si mismo.

Es importante saber que el espíritu no nacido esta aquí, presente en el interior de vosotros. La mente agitada no es sino el movimiento de las olas en la superficie del océano. Cuando las olas se calman y el viento amaina, el mar se vuelve límpido. La cámara del tesoro se abre sobre una tranquilidad profunda. En esta tranquilidad ya no existen más carencias. Ahí está la profundidad. Nirvâna significa "extinguido". El espíritu ha extinguido todas sus carencias y sus deseos mezquinos. Se hace un silencio profundo, como el de una noche de luna llena sobre un océano sin olas. Y mientras que estáis ahí, en esa gran noche, la significación de la cámara del tesoro abriéndose aparece en vosotros, una alegría peculiar empieza a manifestarse. Es esta alegría lo que es el comienzo de la meditación.

Homenaje a los Budas en todos los mundos.
Homenaje a los bodhisattvas en todos los mundos.
Homenaje al Libro de la Gran Sabiduría

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